Reestructuración de los Negocios para enfrentar la crisis
Primero de una Serie
Por: Rolando Emmanuelli Jiménez, JD, LLM y Yasmín Colón Colón, CPA, MBA, JD
La crisis económica aguda que sufrimos en Puerto Rico desde el año 2005, ha ocasionado estragos en los cimientos de nuestro desarrollo económico. El desempleo y las quiebras alcanzan niveles sin precedentes y se agravó la desindustrialización de Puerto Rico con la salida de muchas empresas que operaban bajo la Sección 936 del Código de Rentas Internas Federal. La crisis afectó nuestras finanzas personales, pero particularmente, las finanzas de la gran mayoría de los empresarios pequeños y medianos de Puerto Rico. Desde el comienzo de la crisis, hasta nuestros días, han tenido que cerrar de manera abrupta miles de negocios locales, lo que es evidente cuando pasamos por las calles del Casco Histórico de Ponce o por sus avenidas periféricas, como la Avenida Las Américas. El cierre precipitado de estos negocios no es la solución, pues ocasiona la eliminación de ingresos para sus empleados y dueños, pérdidas para los suplidores, reclamaciones judiciales por cobro de dinero y ejecuciones de hipoteca bancaria, tanto para el negocio, como para las personas involucradas en los documentos de préstamo. Todo esto crea una espiral descendente que se propaga por el resto de la economía y es una de las causas de problemas emocionales, la crisis social y la violencia que sufrimos en Puerto Rico. No se espera que la crisis económica de Puerto Rico se resuelva en un futuro previsible. Aún en los Estados Unidos, el panorama es sombrío, porque la Reserva Federal ha determinado mantener los intereses casi en cero hasta el 2014. Esto prueba fehacientemente que ni Estados Unidos, ve a corto plazo, indicios de recuperación. Ante este panorama, los negocios puertorriqueños deben implantar estrategias urgentes y agresivas para preservar su estabilidad en lo que la crisis se va disipando en los próximos años, para al menos restablecer los niveles de ingreso y empleo existentes antes del 2005. Es indispensable mejorar, transformar o rectificar con urgencia los negocios para mantener su viabilidad o rentabilidad. ¿Pero, por dónde empezar? En primer término, no importa en la situación que se encuentre su negocio, es indispensable la recopilación minuciosa de información y el análisis financiero para entender en qué etapa de deterioro se encuentra. Conforme a Grant W. Newton, en su obra, Bankruptcy and Insolvency Accounting (2010), existen cuatro etapas en la ruta hacia la insolvencia: La primera etapa es el periodo de incubación. Durante este tiempo se manifiestan los primeros síntomas de stress financiero. Por ejemplo, cuando los costos fijos comienzan a aumentar y se comienzan a identificar cambios negativos en la demanda, que va reduciendo las ganancias. En esta etapa, si se actúa a tiempo, es más probable estabilizar el negocio y capear la tormenta. La segunda etapa es insuficiencia de efectivo. Ahora comienza a manifestarse dificultad para cumplir las obligaciones de pago. Se afecta el flujo de efectivo y se tiene que recurrir a las reservas o nuevos créditos bancarios para poder operar. Es indispensable entonces, establecer controles de costos agresivos y utilizar estrategias para vender el inventario y mejorar el sistema de facturación y cobro para reducir las cuentas por cobrar. La tercera etapa es la insolvencia financiera. Durante esta etapa la empresa tiene cuentas atrasadas con los acreedores principales, como las líneas de crédito y los suplidores, y se empiezan a sentir presiones fuertes para el pago. Ahora, queda poco tiempo para mantenerse a flote y es indispensable que se negocie con los acreedores nuevos términos de pago o nuevo financiamiento para las operaciones. Además, deben implantarse otras medidas agresivas de control financiero. La cuarta etapa es la insolvencia total. En esta etapa, el total de deudas es mayor que el total de los activos. El empresario tiene que vender precipitadamente el negocio, sus activos individuales o cerrar abruptamente con las consecuencias que esto acarrea. La principal consecuencia es que los acreedores pueden iniciar procesos de cobro que en muchos casos, aunque exista una corporación, pueden ir contra los activos personales de los dueños del negocio. Es decir, su casa, ahorros, autos y otras propiedades. Esto ocurre porque en muchos casos, los acreedores, particularmente los bancos, exigen garantías personales y colaterales para extender créditos a las pequeñas y medianas empresas. Por tanto, aunque el negocio cierre, los dueños tendrían que eventualmente pagar esas deudas. La crisis financiera de la empresa, permite la oportunidad de presentar una quiebra bajo el Capítulo 7 de la Ley de Quiebras Federal, que permite liquidar ordenadamente los activos del negocio o bajo un Capítulo 11, para establecer que la empresa sería viable mediante un plan de reorganización bajo la supervisión de la Corte de Quiebras. Ambas soluciones son mejores que un cierre precipitado del negocio porque permiten el descargue o eliminación de todas o la mayoría de las deudas. En muchos casos, dadas las garantías personales que los dueños tienen que ofrecer para obtener financiamiento para sus empresas, recurren a una quiebra personal, bajo el Capítulo 7 de liquidación o bajo el 13, que establece un plan de pago de estas obligaciones. Identificar la etapa en que su empresa se encuentra es vital para su supervivencia. Es imprescindible actuar rápidamente, a más tardar, cuando se empieza a manifestar la segunda etapa que es la insuficiencia de efectivo. En la próxima columna abordaremos los asuntos que, desde la perspectiva financiera, deben analizarse para identificar en qué etapa de deterioro económico se encuentra su empresa y las medidas principales que se deben tomar que no afectan el capital humano de la empresa. ### Rolando Emmanuelli Jiménez es abogado notario, Presidente del Bufete Emmanuelli, C.S.P., en Ponce, pasado presidente de la Cámara de Comercio del Sur de Puerto Rico. |
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